EL ARBITRAJE DESDE EL OTRO LADO
“No vi el mordisco de Suárez, pero creo en la misericordia” Marco Antonio Rodríguez, ex-arbitro internacional mexicano

Esta frase que usamos de ejemplo es el claro reflejo de un arbitro sobre el terreno de juego, se pueden escapar cosas, no son perfectos, como dijo un gran arbitro: «El fútbol no es un juego perfecto. No comprendo por qué se quiere que el árbitro lo sea».
¿Por que se persigue tanto a los arbitros en el futbol?
Esta es una pregunta que muchos colegiados se hacen a diario. Cada jornada, en cada campo, los árbitros viven una realidad solitaria y exigente. Se les persigue por equivocarse, como si no fueran humanos. Se les exige perfección, cuando lo que hacen es ejercer una labor complejísima, bajo presión constante, en medio de un juego rápido, cambiante y lleno de emociones.
«Cada vez que lanzáis un insulto contra nosotros lo lanzáis contra vuestro hijo»
El árbitro no tiene hinchada. No hay nadie que coree su nombre cuando acierta. Está solo, en el centro del campo, tomando decisiones que pueden definir partidos y temporadas, mientras soporta críticas de jugadores, entrenadores y miles de aficionados en las gradas que, muchas veces, olvidan que sin árbitros no hay fútbol.
“Cuando ves tus fallos en la tele, te quieres morir”
La tecnología —como el VAR— ha ayudado, sí. Pero también ha creado una falsa expectativa de infalibilidad. Ahora se espera que todo sea perfecto. Y cuando no lo es, la frustración recae aún con más fuerza sobre ellos. Se ha perdido la esencia del fútbol, cada vez más.
Hoy en día solo se piensa en no fallar. En que el fútbol —y los árbitros— sean perfectos. Pero se olvida que en el error humano muchas veces reside la verdadera esencia del juego.
El delantero falla penaltis. A los porteros se les escapan los balones más fáciles. Los entrenadores no siempre aciertan con los cambios ni con la estrategia. Se fallan pases que parecen imposibles de errar. Y sin embargo, todo se resume en culpar al único que está solo sobre el terreno de juego. Al que lucha contra 22 futbolistas, 14 suplentes y numerosos miembros del cuerpo técnico.
Quizá va siendo hora de recordar que el fútbol no es perfecto. Y no debe serlo. Porque en su imperfección, en su pasión, en su humanidad… está la magia que lo convierte en el deporte más hermoso del mundo.
Quizás ha llegado el momento de mirar hacia otros deportes. De aprender un poco de ellos. De ver cómo se respeta la figura arbitral en disciplinas como el rugby o el baloncesto, donde se entiende que la autoridad se respeta y el error se acepta como parte del juego.
Porque el fútbol necesita avanzar. Y para avanzar, también necesita aprender a respetar.
“Los árbitros tienen familia”
Y también merecen que el fútbol los abrace, no que los persiga.
Idolos de nadie, culpables de todo.
Porque cuando el árbitro se equivoca, no lo hace con intención. Lo hace con el corazón latiéndole a mil, con el sudor cayendo por la frente, con la mente enfocada en que todo salga bien. Lo hace sabiendo que, cuando falle, nadie lo va a consolar.
No hay abrazos para el árbitro. No hay cánticos, ni titulares a su favor. Solo queda el silencio, el juicio, y a veces… la soledad.
Y aún así, cada fin de semana, se viste de negro, pisa el campo… y da la cara. Por amor al juego.
¿No es eso también ser parte del fútbol?